Shelley Morrison, actriz conocida por su memorable papel de sirvienta en Will & Grace,murió ayer a causa de una insuficiencia cardíaca en el Centro Médico Cedars-Sinai en Los Ángeles tras una breve enfermedad, dijo la publicista Lori DeWaal a la agencia de noticias The Associated Press. Tenía 83 años.
Morrison interpretó a Rosario Salazar, una sirvienta de El Salvador, en las temporadas originales de la serie Will & Grace, que se transmitió de 1999 a 2006. Como parte del reparto, ganó el Premio SAG (del Sindicato de Actores de la Pantalla) al mejor elenco en una serie de comedia.
El personaje, originalmente escrito para un solo episodio, resultó tan popular en sus belicosas interacciones con la actriz Megan Mullally que terminó apareciendo en los 68 capítulos de las ocho temporadas del programa de la NBC.
«Rosario es uno de mis personajes favoritos -dijo Morrison recientemente, según un comunicado difundido con el anuncio de su deceso-. Me recuerda mucho a mi propia madre, que amaba a los animales y a los niños, pero no toleraba a los tontos. Es muy importante para mí que hayamos podido mostrar a una mujer hispana de mayor edad que es brillante e inteligente y que puede mantenerse sola».
Mullally, quien hizo el papel de la cáustica Karen Walker, empleadora de Rosario, elogió a la actriz en Twitter: «Siento el corazón pesado. Pongo a Shelley, su amado esposo Walter y sus hijos en la luz. Gracias por tu amistad y compañerismo, Shell. Lograste cosas maravillosas en este mundo. Te extrañaremos».
Eric McCormack, quien dio vida a Will en la serie, recordó a Morrison en Twitter como un «alma hermosa» y una actriz maravillosa. «Su trabajo como Rosario, temporada tras temporada, fue tan matizado y real como hilarante», expresó.
Debra Messing la recordó en Instagram: «Oh, Shelley… qué pérdida. Nuestra querida Rosario se ha ido. Shelley tuvo una carrera que abarcó décadas, pero siempre será nuestra querida Rosie. Todo mi amor a Walter y toda su familia».
Sean Hayes, quien hizo de Jack McFarland en la serie, escribió en Instagram que Morrison «era absolutamente divertidísima y tenía el corazón más grande».