La aparición de tres casos de peste neumónica en la poderosa y superpobladaChina ha generado preocupación sobre la propagación de una pandemia con consecuencias impredecibles.
Las autoridades chinas aseguraron que han tomado todas las medidas para contener el brote que habría comenzado cuando un campesino comió un conejo salvaje que cazó en una aislada zona de la provincia de Mongolia Interior, a unos 400 kilómetros al norte de Beijing.
El cazador de 55 años habría contraído la enfermedad el 5 de noviembre y, desde entonces, estuvo en contacto con unas 28 personas que se encuentran en cuarentena y que no han presentado síntomas.
Los otros dos casos fueron detectados en Xilingol League, una población aún más apartada y ubicada mucho más al norte dentro de la misma provincia de Mongolia Interior, a unos 700 kilómetros de la capital. Uno de los médicos que trató a uno de los pacientes dijo que inicialmente lo atendieron en un centro asistencial de local pero fue trasladado a Beijing cuando su estado de salud empeoró, informó la prensa internacional.
Expertos en epidemiología no creen que los casos estén relacionados.
Las tres pestes
Cualquier caso de peste es preocupante para las autoridades sanitarias porque se trata de una de las enfermedades que han producido más víctimas en la historia de la humanidad.
El virulento mal es producido por la bacteria Yersinia pestis y se presenta en tres formas: la peste neumónica, la peste bubónica y la peste septicémica.
La Organización Mundial de la Salud asegura que la neumónica es la “forma más virulenta de la peste”. Los infectados caen abatidos por la fiebre, los temblores, las náuseas y los vómitos y pueden morir en dos o tres días.
La peste neumónica avanza con rapidez y es sumamente contagiosa. Cuando se instala en los pulmones, la bacteria viaja por el aire mediante las gotitas de saliva y secreciones de las personas infectadas. Por eso es tan importante el aislamiento de las personas que han tenido contacto con los casos comprobados recientemente en el interior de China.
La peste bubónica es la forma más común. Además de la fiebre y los vómitos, a los afectados les parecen dolorosos bultos del tamaño de un huevo de gallina en la ingle, las axilas o en el cuello. Se trata de ganglios linfáticos extremadamente inflamados. La enfermedad fue apodada “la peste negra” o la “muerte negra” porque también aparecen lesiones negras en la piel.
La peste bubónica y la neumónica puede minar todo el organismo hasta convertirse en peste septicémica, cuando la bacteria se apodera del torrente sanguíneo. La peste neumónica y septicémica mata al 100 por ciento de los infectados si no son tratados con antibióticos.
La enfermedad ha sido tan difícil de contener a través de los siglos porque es transmitida por comer roedores infectados, pero sobre todo el efecto nocivo de las diminutas pulgas, que brincan de los animales muertos a los sanos y los contagian mediante las picaduras.
Por los siglos de los siglos
Existe tres pandemias de la peste bien documentadas antes de que se descubriera que las pulgas son portadoras y que transmiten la enfermedad a los humanos.
El primer caso registrado fue la Peste de Justiniano, que comenzó en el 542 en Constantinopla, que hoy se conoce como Estambul, en Turquía. Se calcula que murieron 10.000 personas diarias en el peor momento de la epidemia. Cuando la pandemia cesó en el 700, la cifra de muertos ascendía a los 100 millones, aproximadamente la mitad de la población de Europa.
La más conocida fue la Peste Negra, que habría comenzado en China en 1334, se propagó por las rutas comerciales y llegó a los puertos sicilianos a finales de la década de 1340. La enfermedad aniquiló a un tercio de la población europea al exterminar a 25 millones de personas.
Aunque hubo momentos de alivio, la Peste Negra continuó merodeando Europa durante siglos. Uno de los funestos episodios fue la Gran Peste de Londres de 1665, que mató a 70.000 habitantes.
Pero la causa no fue descubierta hasta la pandemia mundial más reciente, que comenzó en China en 1860 y terminó en 1959. Se calcula que el brote causó 10 millones de muertos.
Yersinia vive entre nosotros
La peste nunca nos ha abandonado. La bacteria Yersinia pestis anda al acecho por extensas áreas del planeta, como un cómodo huésped en los animales de África, Asia y América.
La Organización Mundial de la Salud calcula que anualmente se registran unos 1.500 casos de peste en todo el mundo, aunque no tiene estimaciones de cuántos casos nunca llegan a las estadísticas porque las personas se contaminaron y murieron en poblaciones remota. Pero la cifra pudieran ser alta.
Hace cinco años, un hombre chino murió y 151 personas permanecieron en cuarentena y se aisló temporalmente la ciudad de Yumen hasta que pasó el peligro del contagio.
En 2018, en Mongolia, una pareja murió de peste después de comerse una marmota.
Las autoridades estadounidenses estuvieron en estado de alerta entre abril y agosto de 2015 cuando detectaron 11 casos en seis estados distintos, que resultó en la muerte de tres personas.
Pero la realidad es que aunque los casos de Mongolia Interior han causado pánico entre la población, tan sólo en Estados Unidos todos los años mueren unas doce personas por alguna forma de peste. Casi todos los casos ocurren en las zonas rurales de California y el suroeste, donde abundan los roedores salvajes.
Otro brote que trascendió a los titulares de la prensa ocurrió en 2017 en la isla de Madagascar, cuando se registraron 2.400 casos y 200 fallecimientos. Perú y la República Democrática del Congo también tienen casos endémicos año tras año.
«La peste es una preocupación muy real. Eso significa que los científicos insisten en que necesitamos prepararnos para una pandemia de enfermedades respiratorias ahora», dijo la doctora Liji Thomas en el la publicación News Medical Life Science.
El Centro Europeo para el Control y Transmisión de Enfermedades admitió que tienen poco conocimiento de los puntos focales naturales de la peste porque sólo se reconocen cuando emerge un caso en humanos.
Aunque los grandes brotes han sido contenidos, la peste nos sigue ganando la batalla. Simplemente no existe una buena comprensión sobre sus reservorios naturales, sus vectores y las condiciones ecológicas que facilitan que la supervivencia de la bacteria y la transmisión de la enfermedad, puntualizó el CECTE.