El repunte turístico en Francia –que se había detenido por los atentados del 2015-, la “avalancha china”, la muestra de Delacroix y acciones publicitarias como el videoclip que grabaron Beyonce-JayZ en una de sus salas, le dieron al Museo del Louvre un récord mundial de 10,2 millones de visitas en el último año. Fue un 25% más que en 2017, generando 15 millones de euros de ganancia.
Si en 2017 el museo parisino recibió a 640.000 chinos, el año pasado llegó casi al millón. El Louvre cuenta, entre sus tesoros, con el lienzo “La libertad guiando al pueblo”, de Delacroix, pero durante 2018 le dedicaron al pintor su primera primera exhibición especial en medio siglo, reuniendo 180 obras y convocando una cifra sin precedentes para un muestra de 540 mil visitantes. Lo de Beyonce-Jay Z va por otro andarivel: acciones de generación de nuevos recursos, promoción y accesos a otros públicos. Los artistas les alquilaron uno de sus salones al Louvre para la filmación del videoclip Apeshit, que generó 150 millones de accesos en las redes.
Así el Louvre se reafirmó como el museo más visitado del mundo, dentro de una tendencia de las grandes salas hacia la masividad. Por momentos, incontrolable. Otros 6 recibieron más de 5 millones de visitantes: el Museo Nacional de China (8 millones), el Met neoyorquino (7,3 millones), los Museos del Vaticano (6,4 millones), el Museo Británico en Londres (5,9 millones) y, en la misma capital, la Tate Gallery (5,8 millones).
Lo cierto es que los directores de los grandes museos –grandes centros del arte internacional- alertaron de los riesgos del turismo masivo. Fue en octubre pasado, durante una convención en Roma, convocada para compartir las diferentes técnicas de preservación de obras y métodos para gestionar a los millones de visitantes. Gabriele Finaldi, director de la National Gallery londinense, sintetizó: “Los museos siguen siendo una de las instituciones más apreciadas y respetadas por la gente, pero corren el riesgo de sucumbir bajo el peso de su propio éxito”. Barbara Jatta, la directora de los Museos del Vaticano, señaló que “es cada vez más urgente seguir una filosofía de conservación preventiva de las obras”. Finaldi explicó que la National Gallery “no tiene una obra tan llamativa como La Gioconda en el Louvre o la Capilla Sixtina en el Vaticano, y eso permite un flujo más regular de turistas por las salas”.
Mijail Piotrovski, director del maravilloso Hermitage de San Petersburgo, explicó que “los edificios que actualmente albergan numerosos museos no fueron creados para aguantar grandes multitudes”. Impulsado por Catalina La Grande hacia 1764, el Hermitage se despliega en seis edificios a orillas del Neva y para observar sus 30.000 piezas un visitante necesitaría 11 años, dedicándole un minuto a cada una.
La cúspide del arte podría marcarla la Galería de los Uffizi, diseñada por Vasari en Florencia y que cuenta con lo más exquisito del arte renacentista, además de obras flamencas. Los cuadros de Leonardo, Miguel Angel, Botticelli, Tiziano, Rafael o Caravaggio conviven allí yse hace difícil sostener el ritmo de recepción de 3,4 millones de visitantes anuales. Por eso están desarrollando un sistema basado en el big data que evite las extensas esperas y conviva con un “turismo sostenible”.
Eike Schmidt, alemán, es desde hace cuatro años el primer director extranjero en la historia de los Uffizzi y estableció varios cambios: diferencias de tarifa entre temporadas alta y baja, reordenamiento de la colección, y reformas para regular los flujos de visitantes, que colapsaban delante de obras maestras como “La Primavera” de Botticelli o la “Venus de Urbino” de Tiziano. Ahora están probando el sistema basado en un algoritmo que recoge toda la información social y estadística: tiempo de visita medio, capacidad de la sala, época del año, comparativos históricos.
El sistema fue creado por la Universidad de L’Aquila. Schmid contó: “Analizamos el comportamiento de los visitantes dentro y fuera de la galería. Hay grupos que pasan 40 minutos, o menos. Quiere decir que entran, hacen una foto y salen. Pero hay otros que pasan más de 4 horas, llegan por la mañana y se van a la tarde. La mayoría pasa entre 2 y 3 horas. Habitualmente se piensa que el turismo de masas es superficial, pero no es así”.
Alicia Castillo, presidenta del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, le dijo a El País que “para disfrutar una visita, se necesitan condiciones que faciliten la contemplación. Todo lo que sea acumular personas en un mismo lugar es insostenible”. Madrid cuenta con su famosa Milla del Arte, que incluye desde el Thyssen-Bornemiza hasta el Reina Sofía, incluyendo el Museo del Prado. El Reina Sofía recibió casi 4 millones de visitante el año pasado, mientras 2,8 millones pagaron su entrada al Museo del Prado. El 60% de esos visitantes son extranjeros.
Entrevistado en el mismo diario, su director Miguel Falomir consideró que “los museos son las nuevas categorías, por su contenido y a menudo también por su continente, y no creo que ello vaya a cambiar”. Manuel Borja-Villel, del Reina Sofía, también expresó que “es necesario resistir y darle la vuelta a este sistema que nos empobrece a nivel cultural. Si todo lo que importa es que el visitante venga, se haga una selfi y se marche, no se contribuye a su mejora”.
La gestión de la masividad es, indudablemente, uno de los desafíos centrales. Lo mismo, dentro de esa situación, la preservación de su patrimonio, cada vez más valorizado por la disparada de los precios en las obras. Y en un ambiente que no se había construido para eso. Mientras, la oferta se viene incrementando: en 2019 llega “el año Da Vinci” y Holanda, por su lado, celebra los 350 años de Rembrandt, entre otras cosas.