El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, tomó posesión para un segundo mandato, en una ceremonia celebrada el jueves en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) sin apenas presencia de mandatarios extranjeros, lo que evidencia el escaso respaldo que tendrá de la comunidad internacional en este nuevo periodo.
«Juro, a nombre del pueblo de Venezuela, por el legado de nuestros antepasados (…), de nuestro amado comandante Hugo Chávez (…), que no daré descanso a mi brazo ni reposos a mi alma y que cumpliré y haré cumplir todos los postulados de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela», dijo el dictador ante el jefe del TSJ, Maikel Moreno, un exconvicto sentenciado por dos asesinatos.
En una Venezuela democrática, y según la Constitución, el presidente legítimamente elegido debería jurar ante la Asamblea Nacional, el órgano legislativo unicameral del país.
Maduro completó su juramento prometiendo «defender la independencia e integridad absoluta de la patria», «procurar llevar a la prosperidad social y económica a nuestro pueblo» y «construir el socialismo del siglo XXI».
A continuación, Moreno le proclamó presidente para el periodo 2019-2025 y le impuso los atributos presidenciales de Venezuela, el collar y la banda, en medio de los gritos de «victoria» del público, que estalló en aplausos con las menciones a Chávez.
Una investidura atípica
La ceremonia tuvo lugar en la sede del TSJ en Caracas porque la Asamblea Nacional, institución venezolana que según la Constitución debía acogerla, se negó a servir de escenario por considerar que el líder ‘chavista’ es un «usurpador» del cargo.
También es habitual que a las tomas de posesión acudan emisarios extranjeros, pero esta vez Maduro solo contó con el respaldo de cuatro presidentes: el cubano Miguel Díaz-Canel, el nicaragüense Daniel Ortega, el boliviano Evo Morales y el salvadoreño Salvador Sánchez Cerén.
Trece países del Grupo de Lima — Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía–, Estados Unidos y Canadá, así como la UE y sus estados miembro, incluido España, decidieron no acudir.
México, el otro integrante del Grupo de Lima, optó por enviar al encargado de negocios de su Embajada en Caracas, ni siquiera a un embajador, rebajando con ello el nivel de representación que correspondería por reciprocidad, dado que Maduro sí acudió a la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, celebrada el 1 de diciembre en Ciudad de México.
Rechazo internacional
Todo esto hizo patente la negativa de la oposición venezolana y de casi toda la comunidad internacional a reconocer el nuevo mandato de Maduro, en consecuencia con su decisión de no reconocer tampoco los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 20 de mayo por considerar que fueron fruto de un proceso fraudulento.
El Grupo de Lima ha anunciado que, a partir del 10 de enero, iniciará una ofensiva diplomática contra Maduro y su Gobierno para forzarle a celebrar unas elecciones «creíbles». Estados Unidos ya ha ampliado su lista de sanciones contra la cúpula venezolana y la UE se mantiene a la expectativa.
Maduro respondió dando un ultimátum de 48 horas al Grupo de Lima –al que considera una marioneta de Estados Unidos– para que corrija su actitud «injerencista», bajo amenaza de adoptar «las medidas más crudas y enérgicas en diplomacia y en defensa de un Gobierno».