El presidente Nicolás Maduro y la Fuerza Armada se declararon este jueves en ofensiva contra los «golpistas», tras un alzamiento militar que según el opositor Leopoldo López no fracasó sino que inició el quiebre de la «dictadura».
Maduro dio señales de una mayor radicalización durante un acto en Caracas con la cúpula castrense y unos 4.500 soldados, transmitido en cadena obligatoria de radio y televisión. «Le vamos a cortar la cabeza a quien haya que cortársela, para que aprendan a respetar a nuestro pueblo», dijo Maduro desde Fuerte Tiuna, el principal complejo militar del país. Y agregó, ante los jóvenes que lo escuchaban: «El Gobierno tiene que ser del pueblo, para el pueblo. No me siento superior a ustedes, tengo que servir de verdad, es mi preocupación (…) Me importa la felicidad de ustedes».
«Hay mucha sordera en muchos funcionarios públicos que no quieren escuchar al pueblo. Hay mucha sordera. Hay mucho compañero bueno, hay que reconocerlo, tenemos muy buenos. Pero también tenemos un funcionario que se hace el loco. Y le vamos a cortar la cabeza a quien haya que cortársela para que aprendan a respetar a nuestro pueblo», sentenció Maduro.
Repitiendo la consigna «leales siempre, traidores nunca», pidió a los militares no vacilar a la hora de desarmar conspiraciones opositoras y de Estados Unidos. «Sí, estamos en un combate, máxima moral en ese combate para desarmar a cualquier traidor, a cualquier golpista», dijo.
Más tarde, al tiempo que se confirmaba que cuatro opositores murieron en protestas ocurridas el martes y el miércoles, agregó: «Todos los días vamos a estar en marcha militar». Maduro fue tajante: «No podrán ni aunque saquen ametralladoras. No podrán con las Fuerzas Armadas. Recuerden, con una mano resistimos y con la otra mano avanzamos. Estudiamos, producimos, gobernamos»
Sus llamados llegan tras el alzamiento el martes de un reducido grupo de militares bajo el liderazgo de López y Juan Guaidó, reconocido como mandatario interino de Venezuela por más de 50 países.
Armados y con vehículos blindados, los efectivos se apostaron frente a una base aérea de Caracas junto a Guaidó, quien pidió a la Fuerza Armada apoyar la sublevación.
Pero la cúpula militar ratificó su adhesión a Maduro y 25 rebeldes pidieron asilo en la embajada de Brasil. López, liberado por ellos de su prisión domiciliaria, se refugió en la residencia del embajador español.
«Ha llegado la hora de combatir», remarcó Maduro, quien se aferra al poder con el apoyo de China y de Rusia, y está confrontado a la peor crisis socioeconómica de la Venezuela moderna.
Aunque el mandatario reivindica la derrota de la «escaramuza golpista», López aseguró este jueves que el alzamiento «es parte de un proceso, una grieta» que crecerá y terminará «rompiendo el dique».
Leopoldo López, condenado a casi 14 años de cárcel acusado de incitar a la violencia en protestas que dejaron 43 muertos en 2014, retomó así la beligerancia que lo convirtió en figura emblemática de la oposición. «El quiebre ha comenzado», aseveró en su primera rueda de prensa tras cinco años preso.
«Van a venir más movimientos en el sector militar», auguró el político de 48 años, confiando en que en algunas semanas comience el «cese de la usurpación», como los opositores se refieren a la salida de Maduro.
Horas antes la justicia, acusada de estar bajo control del gobierno, ordenó la recaptura de López, pero España, que reconoce a Guaidó, descartó entregarlo. La suprema corte también autorizó enjuiciar al diputado opositor.
En contraposición al optimismo de López, el alto mando reafirmó su compromiso con Maduro y arremetió contra Guaidó y López. «Venimos a ratificar nuestra lealtad (…) al mando supremo de la Fuerza Armada que es el único presidente, el presidente Nicolás Maduro», dijo el ministro de Defensa, general Vladimir Padrino.