Eleonora Antillón guardó su secreto durante más de treinta años. Pero el martes, cuando leyó un artículo en las redes sociales en el que una mujer acusaba de abuso sexual a Óscar Arias Sánchez, expresidente de Costa Rica y premio nobel de la paz, no dudó en manifestarse: “Por mi experiencia personal con él”, escribió en una red social, “¡le creo a ella!”.
Antillón es una de las cuatro mujeres que en días recientes han acusado a Arias, de 78 años, de contactos físicos inapropiados o de abuso sexual.
Las acusaciones son un duro golpe para el legado de Arias, quien en 1987 ganó el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para lograr la paz en Centroamérica. Dos veces presidente de Costa Rica, es una de las figuras más respetadas de América Latina.
Antillón, una periodista y expresentadora de un programa de entrevistas, declaró que Arias la agredió sexualmente en 1986, cuando era candidato presidencial y ella era una joven asesora de prensa.
Dos experiodistas y una editora han formulado graves acusaciones contra el exmandatario después de que The New York Times y el Semanario Universidad publicaron el testimonio de Alexandra Arce von Herold, una psiquiatra y activista en contra de las armas nucleares que presentó una denuncia penal formal en la que dice que hace cuatro años, Arias le tocó los senos, le metió la mano por debajo de la falda y la penetró con los dedos.
“La gente termina pensando: ‘Si ella se atreve, otras se atreverán’”, dijo Antillón en una entrevista telefónica. “Quiero desenmascarar a ese político impostor”.
Arias es uno de los líderes políticos más reconocidos de América Latina, un prestigioso estadista que usó su influencia como premio nobel para crear una fundación que promueve la paz y la democracia. Ahora, cuando el movimiento #MeToo ha llegado a Costa Rica, se une a la legión de hombres poderosos en todo el mundo cuyos legados se han visto empañados por las acusaciones de acoso o abuso sexual.
El martes, los fiscales iniciaron una investigación después de que Arce, de 34 años, emitiera una declaración formal diciendo que Arias la atacó sexualmente en la oficina de la casa del exmandatario. Ella salió del país para evitar el escándalo y no pudo ser contactada el miércoles.
Arias negó “categóricamente” las acusaciones de abuso y dijo que nunca faltó el respeto a la voluntad de ninguna mujer.
“En mi vida pública he impulsado la igualdad de género, pues considero que es un medio indispensable para lograr una sociedad más justa y equitativa para todas las personas”, dijo Arias en un comunicado divulgado el martes, después de que la acusación de Arce se hiciera pública.
Su abogado, Érick Ramos, dijo que las nuevas acusaciones no formaban parte del caso judicial abierto esta semana, por lo que Arias y su equipo legal no tienen comentarios al respecto.
Antillón contó que Arias la reclutó para trabajar como asistente de prensa en su campaña presidencial cuando ella trabajaba en televisión. En una de sus primeras reuniones, él le puso las manos en la pierna, dijo. En otra ocasión, él le puso la mano sobre su pene erecto. La periodista afirma que se resistió y Arias la empujó contra un armario y la besó. Aunque cerró la boca con fuerza, el expresidente le lamió la cara.
Antillón dijo que el episodio terminó cuando unas personas comenzaron a tocar la puerta de la oficina, aparentemente en respuesta al alboroto. “En ningún momento grité”, dijo. “No pedí ayuda”. Ella no le contó a nadie del ataque.
Antillón, ahora de 60 años, dijo que cumplió su contrato de tres meses en la campaña y volvió a su trabajo habitual. Pero empezó a vestirse con sencillez para no llamar la atención y prefería la compañía de mujeres, dijo. Cuando Arias regresó a la vida pública hace una década, la comunicadora no quiso enfrentarlo y se retiró al campo.
“Soy, o casi fui la Oprah Winfrey de Costa Rica”, dijo. “Ahora estoy totalmente aislada, prácticamente escondida”.
Emma Daly, de 53 años, directora de comunicaciones de Human Rights Watch, era una reportera de 25 años en Reuters y The Tico Times cuando se reunió con Arias en un evento lleno de gente en el Hotel InterContinental en Managua.
“Le hice una pregunta, y en vez de responder, él literalmente puso sus manos sobre mi pecho, entre mis senos y dijo: ‘¡No llevas sujetador!’”, cuenta Daly. “Estaba tan aturdida que todo lo que pude pensar era en decir: ‘¡Sí, lo tengo!’”.
Aunque les contó a su novio y a otras personas lo que sucedió, nunca se le ocurrió presentar una queja contra un presidente en funciones, explicó.“No me lastimó físicamente como le pasó a otras personas”, dijo. “Fue la humillación de haber sentido que no importas de ninguna manera”.
Marta Araya Marroni, editora de libros de 53 años, dijo que se reunió varias veces con Arias porque trabajó en su colección de ensayos y discursos de 2012 titulada Con velas, timón y brújula. En una reunión, de repente le puso una mano sobre la pierna. Ella lo rechazó, diciéndole que él tenía una novia y que eso era inapropiado. Ella cuenta que él la llamó dos veces e insistió en que fuera a su casa para un masaje. Araya dijo que finalmente le colgó.
“Nunca lo mantuve en secreto. Le dije a todo mundo”, dijo Araya. “La única razón por la que tendría que publicar esto es para que la gente les crea a las mujeres que presentan denuncias. Me disgusta mucho que la gente siempre piense que son mentiras”.
Antillón sostiene que, aunque el estatuto de limitaciones para la agresión sexual (diez años en Costa Rica) ya pasó hace tiempo, estaría feliz de declarar ante un tribunal.
“Me lo debo a mí misma y se lo debo a muchas mujeres”, dijo Antillón.