Esvásticas pintarrajeadas en un cementerio judío en Francia. Una campaña política antisemita del gobierno de extrema derecha de Hungría. Un grupo de legisladores del Partido Laborista en el Reino Unido renunciaron a ese movimiento político debido al arraigado antisemitismo. En un carnaval belga flotaban figuras inflables de judíos ortodoxos sentados en costales de dinero. Todo eso ocurrió tan solo en los últimos meses.
El aumento de ese tipo de incidentes en Europa y Estados Unidos muestra el resurgimiento en el siglo XXI de un viejo prejuicio que —con diversos enfoques— fusiona ideologías que de otro modo no coincidirían. Esto sucede en el contexto de una creciente incertidumbre económica mundial, un énfasis en los discursos sobre la raza y la identidad nacional, y una profunda polarización entre la izquierda y la derecha en Europa y Estados Unidos sobre el conflicto entre Israel y Palestina.
«Hay un patrón ideológico común», dijo Günther Jikeli, experto en antisemitismo europeo de la Universidad de Indiana. «Se considera que el mundo se encuentra en una mala situación, y que lo que evita que se convierta en un mejor lugar son los judíos».
El antisemitismo se ha convertido en una sección del diagrama de Venn de la política actual, en el que la extrema derecha puede coincidir con sectores de la extrema izquierda, la periferia islamista radical de Europa e incluso políticos de los dos principales partidos de Estados Unidos.Esa confluencia es nueva, dicen los expertos, al igual que el surgimiento de un gobierno israelí que colabora con aliados de extrema derecha que elogian a Israel, aunque fomentan el prejuicio antisemita en sus países.
«Genera un entorno muy confuso en el que la situación es menos clara que en el pasado», dijo Samuel Ghiles-Meilhac, experto en historia judía del Institut d’Histoire du Temps Présent, un grupo de investigación financiado por el gobierno en Francia.
Las encuestas sugieren que las actitudes antisemitas quizá no sean más generalizadas en la actualidad que en el pasado, sobre todo en Europa occidental, donde la conmemoración del Holocausto se ha vuelto un ritual para la mayoría de los gobiernos.
A pesar de esto, la gente intolerante parece haberse vuelto más descarada. «Eso es preocupante porque significa que se ha vuelto normal actuar de manera antisemita», dijo Jikeli.
Eso incluye actos de violencia. En 2018, Francia registró un aumento del 74 por ciento en comparación con el año anterior de los incidentes antisemitas, con más de 500 ataques, incluyendo el asesinato de una sobreviviente del Holocausto en su propia casa. El presidente Emmanuel Macron dijo que ese incremento era el peor nivel de antisemitismo desde la Segunda Guerra Mundial.
En Alemania, a lo largo del mismo periodo, los ataques antisemitas violentos —62 de ellos— aumentaron un 60 por ciento, mientras que todos los crímenes antisemitas aumentaron casi un diez por ciento hasta alcanzar la cifra de 1646, según estadísticas gubernamentales.
En toda Europa la popularidad de la extrema derecha ha aumentado debido a la incertidumbre económica y el temor a la migración, casi el 90 por ciento de los judíos creen que el antisemitismo ha aumentado en sus países en los últimos cinco años, de acuerdo con encuestas de la Unión Europea.
«Actualmente, la clase política dominante europea y estadounidense, incluso presidentes, jefes de gobierno y primeros ministros, no vacilan en vincularse o adoptar abiertamente mensajes y memes antisemitas», dijo David Nirenberg, decano de la Divinity School de la Universidad de Chicago y experto en historia judía. «La utilidad electoral del antisemitismo me resulta nueva, nuevamente flexible, y, por lo tanto, nuevamente peligrosa», agregó Nirenberg.
Los partidos de extrema derecha a menudo presentan a los judíos como una amenaza cosmopolita a la identidad nacional, sobre todo en regiones donde el estereotipo se ha utilizado históricamente. En Hungría, el primer ministro Viktor Orban ha logrado representar al multimillonario judío George Soros como un instigador secreto de la inmigración musulmana.
En Polonia, el mes pasado un diario de extrema derecha que se vende dentro del Parlamento publicó en su primera plana el titular «Cómo detectar a un judío» junto a la denuncia de un historiador que investiga la complicidad polaca en el Holocausto.
En la extrema izquierda, algunos políticos han asociado a los judíos con el fracaso del capitalismo y las conspiraciones acerca de su supuesto control de la economía global. Esas quejas ahora se escuchan entre los radicales del movimiento de los chalecos amarillos en Francia.
El presidente Donald Trump encarna las contradicciones del momento. Trump ha cortejado abiertamente a los nacionalistas blancos diciendo que tienen en sus filas a «algunas personas muy decentes», aun cuando marcharon al estilo del Ku Klux Klan, haciendo saludos nazis con el brazo extendido y coreando consignas como «Los judíos no nos remplazarán».
Al mismo tiempo, el presidente ha presumido de su relación cercana con el primer ministro Benjamín Netanyahu y ofreció su apoyo total a Israel, como quedó claro con el traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, a pesar del progreso nulo respecto de un acuerdo con los palestinos.
No es sorprendente encontrar un resurgimiento del antisemitismo en una época de inestabilidad política y económica prolongada, según dicen los historiadores y analistas, cuando los ciudadanos de diversas tradiciones políticas y culturales están buscando explicaciones fáciles a injusticias repentinas y complejas.
Así como en el pasado los judíos fueron un chivo expiatorio instantáneo durante épocas de ansiedad por los cambios sociales o problemas económicos globales, ahora vuelven a serlo, dijo Stefanie Schüler-Springorum, jefa del Centro para la Investigación Antisemita en Berlín.
El gobierno israelí encabezado por Netanyahu, con una inclinación cada vez más pronunciada a la extrema derecha, es un punto de divergencia para las distintas vertientes del antisemitismo contemporáneo.
Los personajes políticos de extrema derecha como Orban se han acercado a Israel, mientras que los antisemitas de izquierda lo repudian. A ambos grupos los mueve el mismo motivo: perciben a Israel como un país que ha hecho lo mejor que puede para preservar su carácter religioso y étnico a costa de una minoría musulmana.
La principal diferencia es que Orban, el primer ministro de otro país pequeño que lucha para preservar su identidad étnica, considera una virtud el proceder de Israel, mientras que los detractores de izquierda de Israel, como los simpatizantes del líder del Partido Laborista del Reino Unido, Jeremy Corbyn, en general no lo ven así.
«Corbyn dice que Israel es un Estado que viola los derechos humanos de manera extraordinariamente beligerante y defiende su integridad a toda costa en detrimento de los musulmanes», dijo David Hirsh, sociólogo del Goldsmiths College, de la Universidad de Londres, y detractor de Corbyn que hace campañas en contra del boicot académico de Israel. «Pero sospecho que la gente de la extrema derecha tiene exactamente la misma imagen de Israel: que es un país beligerante que se defiende en contra de los musulmanes».
Netanyahu y Orban comparten un enfoque sobre la política interna: antipatía por las voces liberales, incomodidad con las minorías musulmanas y voluntad de trabajar con la extrema derecha.
Como Orban en Hungría, Netanyahu ha presentado legislación que va tras las organizaciones de la sociedad civil que reciben financiamiento del extranjero. Su gobierno ha prohibido que las personas que no son judías ejerzan el derecho a la autodeterminación y ha eliminado el árabe como una de las lenguas oficiales de Israel.
Aunque la relación entre Netanyahu y Orban conflictúe a algunos en la diáspora judía, quizá no sea tan inquietante para los israelíes, dijo Yossi Shain, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Tel Aviv.
Orban apoya el derecho de Israel a existir, mientras que sus detractores son percibidos por algunos israelíes comopersonas que «degradan el nacionalismo de Israel y su derecho a existir», dijo Shain, autor de un libro de próxima publicación que aborda el tema.
«Además, para los israelíes, ese es el núcleo del antisemitismo en la era moderna».
Por Patrick Kingsley – Aurelien Breeden colaboró con este reportaje desde París.
The New York Times