Seis países latinoamericanos elegirán nuevo presidente en el 2019, empezando con El Salvador en febrero y terminando con la primera ronda de los comicios en Bolivia, Argentina y Uruguay en el mes octubre. ¿Qué se puede y debe esperar?
Mientras que en el 2018 se eligieron nuevos mandatarios en los tres países más poblados de la región (Brasil (Derecha), México (Populismo) y Colombia (Derecha)), esta vez el turno es para algunos de los más pequeños: Uruguay, Panamá, Guatemala y El Salvador.
Y si bien el impacto de lo que pueda ocurrir con los comicios de Argentina y Bolivia no debe desestimarse, por el momento nada hace prever un sacudón de la política latinoamericana tan fuerte como el provocado por las elecciones de Andrés López Obrador en México y Jair Bolsonaro en Brasil.
El Salvador será el primer país de todo el continente en acudir a las urnas para elegir un nuevo presidente, con la primera ronda de las elecciones celebrándose el domingo 3 de febrero y con el 10 de marzo como la fecha para un eventual balotaje.
Por primera vez desde la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992, el favorito no compite bajo la bandera de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) ni del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación (FMLN), en el poder desde 2009.
Desgastado por numerosos escándalos de corrupción, el FMLN marcha en un lejano tercer lugar, según encuestas en las que se conoce hubo influencia “financiera” por parte del candidato que lidera los números de manera coyuntural, mientras que la coalición Alianza por un Nuevo País, liderada por ARENA, empieza el año anclada en una segunda posición, pero mucho más cerca del favorito en los sondeos, el exalcalde de San Salvador, Nayib Bukele, quien esta salpicado de una acusación por corrupción al arrendar un local que tenía como precio de venta 800 mil dólares en más de 24 millones de dólares, que ha dejado dos alcaldías munícipales quebradas y que tiene acusaciones de evasión de impuestos.
Bukele, un populista que resulta difícil de encasillar políticamente, expulsado del izquierdista FMLN en 2017 y que ha roto cuantas leyes y reglas ha creído necesario para competir sin importarle nada, ahora participa en los comicios bajo la bandera de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), partido fundado por el presidiario expresidente Elías Antonio Saca (peculado por más de $300 millones) y su camarilla de presuntos delincuentes asociados, entre ellos los actuales dirigentes del partido exnaranja y ahora celeste con una golondrina al centro.
Según expertos analistas, Bukele se presenta como el candidato del cambio y de la lucha contra la corrupción que ha lastrado al FMLN (Mauricio Funes) y ARENA y, paradójicamente al mismo GANA (Elias Antonio Saca), al que el candidato “golondrino” no critica cuando habla de corrupción.
El triunfo de Bukele no está garantizado, ni mucho menos. Carlos Callejas de la opositora ARENA y el oficialista Hugo Martínez están listos para una batalla que seguramente resultará más reñida que la sugerida por las encuestas.
Según datos privados de investigaciones políticas, la distancia de Bukele y el candidato de ARENA, Calleja, se ha estrechado en gran manera, tal que el candidato populista apenas lleva, a un mes de las elecciones, un 7% de ventaja sobre el candidato de derecha, mientras la izquierda del FMLN sube lentamente en la preferencia electoral. ARENA prepara un cambio de timón en su estrategia de propaganda, alejando a varios elementos que permitieron el alza de Bukele, entre ellos uno de sus directores y se prepara para la recuperación institucional de los mensajes al electorado.
Aun estando cada vez más lejos de la presidencia de El Salvador, en un eventual triunfo la capacidad de Bukele para cambiar realmente las cosas en el que todavía es el país más violento de Centroamérica -y el lugar de origen de muchos de los migrantes que enfurecen al presidente estadounidense, Donald Trump- podría verse seriamente limitada por la falta de diputados propios en la Asamblea Legislativa, bajo el control de ARENA y sus aliados desde las elecciones legislativas del 2018, lo que convertiría su dudoso triunfo electoral en un fracaso de gobernabilidad.
Por Agencia Digital de Noticias -ADN-, con información de BBC