La campaña política del presidente estadounidense contra la inmigración podría tomar nuevas y más peligrosas dimensiones.
Como si no hubiera sido suficiente cerrar el gobierno por fondos para un muro, haber sorteado al Congreso para declarar una Emergencia Nacional y colapsar el sistema migratorio gracias a medidas radicales contraproducentes, ahora Donald Trump pretende romper los programas de colaboración bilateral en la región que, de hecho, funcionan.
El presidente anunció el pasado viernes que cortaría las ayudas económicas destinadas a los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) en retaliación por las oleadas de migración que han saturado las agencias federales en la frontera.
“Les estábamos pagando enormes cantidades de dinero, y no lo haremos más, porque no han hecho nada por nosotros. Ellos iniciaron estas caravanas”, dijo el presidente.
De manera casi inmediata, el Departamento de Estado anunció que se pondría fin a los programas de asistencia extranjera en la región contempladas en los años fiscales 2017 y 2018.
Si bien se desconoce la manera en la que esta medida será puesta en marcha, esta decisión suspende años de colaboración entre los países involucrados para luchar contra la violencia y enfocada en iniciativas de desarrollo.
Según explicó la Coalición de Liderazgo Global de Estados Unidos a CNN, los programas de ayuda, lejos de ser una transacción directa de gobierno a gobierno, inyectan dinero a iniciativas privadas y públicas de ayuda en los tres países y abordan “las causas fundamentales de la violencia para promover oportunidades y seguridad para sus ciudadanos”.
Es decir, la Administración estaría recurriendo a estrategias populistas mediatizables y renunciando a tácticas que realmente pueden solucionar el problema a largo plazo.
Los dos motivos fundamentales que mueven a los cientos de miles de inmigrantes a intentar cruzar la frontera de México con Estados Unidos son la falta de oportunidades laborales y los altos índices de inseguridad, dos problemas que podrían solventarse “al trabajar con organizaciones no gubernamentales” y “proveer desde ayuda alimenticia hasta oportunidades de emprendimiento para los locales”, según explicó Vox.
El detalle, y lo que menos conviene al gobierno de Trump, es que son “jugadas a largo plazo” con resultados que hay que saber entender de manera estadística.
Por ejemplo, un estudio citado por el medio encontró que “las comunidades en América Central que redujeron sus tasas de homicidios de 2011 a 2016 también redujeron la emigración de niños”.
Tal fue el caso de El Salvador, otrora una de las fuentes más grandes de migrantes en Estados Unidos y quien hoy en día cuenta con cifras decrecientes de emigración, atribuida por algunos funcionarios de la Administración a “los efectos de la ayuda estadounidense”.
El gobierno de Trump, por el contrario, prefiere el sistema de “castigo” a la hora de practicar la diplomacia.
Ante la saturación de los centros de detención en la frontera, y la supuesta formación de nuevas caravanas en Honduras, Trump ha amenazado también con cerrar la frontera con México si su gobierno no hace algo por “detener” a los inmigrantes que intentan llegar a Estados Unidos.
“La cerraremos por un largo tiempo”, aseguró.
Según explicó el Daily Mail, por más breve que fuese el cierre fronterizo, las comunidades transfronterizas desde San Diego hasta el sur de Texas se verán fuertemente afectadas.
Considerando que entre ambos países se intercambian un aproximado de 1.7 mil millones de dólares diarios en bienes, la Cámara de Comercio estadounidense ha advertido que cerrar la frontera sería “una debacle económica absoluta que amenazaría a 5 millones de empleos estadounidenses”.
Con información de Al Día