En medio de promesas de construir un nuevo país, generar empleos para todos, terminar con la corrupción, la impunidad y la alarmante violencia, la población autorizada para ejercer el sufragio, unos 5,2 millones, elegirán el presidente de la república que gobierne durante el quinquenio 2019-2024.
En las votaciones participan siete partidos legalmente inscritos, pero solo cuatro candidatos.
Según la mayoría de las encuestas, el favorito para ocupar el palacio de gobierno es el candidato del partido político con mayor cantidad de acusaciones de corrupción y compra de voluntades en la historia moderna de El Salvador, la Gran Alianza para Unidad Nacional (GANA), el exalcalde capitalino Nayib Bukele, seguido de cerca por el empresario Carlos Calleja, postulado por una alianza de cuatro partidos conservadores que encabeza la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).
Las mismas encuestas dejan en una tercera posición, por mucho, al excanciller de la República, Hugo Martínez, de la gobernante exguerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); y en una última posición, casi sin ninguna posibilidad, el empresario Josué Alvarado, del partido VAMOS.
Los candidatos han centrado sus propuestas en el crecimiento económico, la universalidad de la cobertura de salud, la generación de más empleos y la efectividad del Estado y la política fiscal. Sin embargo, no han profundizado en el tema de la inseguridad y el combate a las pandillas.
En El Salvador, las maras o pandillas están integradas por más de 67.000 jóvenes y adultos y se encuentran en barrios y comunidades populosas y según las autoridades están involucradas en el narcotráfico, la extorsión y el crimen organizado.
Calleja, el candidato de ARENA, plantea la creación de fondos de inversión para la innovación, así como la reducción de trámites para la creación de nuevas empresas. Su propuesta estrella es crear 300.000 trabajos en los cinco años de gobierno. Se compromete a normar y transparentar los fondos públicos ejecutados por organizaciones no gubernamentales, promover la transparencia de las instituciones autónomas y eliminar el nepotismo. Asímismo, Calleja promete mejorar la educación y el sistema de salud salvadoreño, apuntalando sus ofertas en las exitosas empresas que ha emprendido en el aspecto privado de negocios.
Hugo Martínez, el candidato del FMLN, le apuesta a dinamizar las pequeñas y medianas empresas y crear 385.000 nuevos empleos, propone la gratuidad de la educación inicial hasta la universidad, profundizar los programas sociales que ha impulsado su partido por dos administraciones (que a la fecha han funcionado modestamente) y la construcción de 50 establecimientos de salud de primer nivel.
Por su parte, Bukele “no ofrece nada”. En un criticado Plan de Gobierno presentado a última hora, armado con el plagio de diferentes documentos y hasta tesis universitarias, dice pretender impulsar los negocios públicos y privados y aunque no tiene una meta de empleos, espera que la economía crezca a un 4%. Propone la universalidad de la cobertura de salud y su carta fuerte es la creación de una Comisión Internacional Contra la Impunidad en El Salvador (CCIES).
Bukele es una hoja en blanco. No ha necesitado hablar, por lo tanto no lo ha hecho. No ha dado detalles del gabinete de su eventual gobierno y se ha rehusado a debatir. Su gran activo ha sido el rechazo generalizado de la ciudadanía a los dos partidos que gobiernan el país desde hace 30 años.
De acuerdo al Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), que analizó los planes de gobierno presentados, todos coinciden en apostar por incrementar la cobertura de la educación inicial y el primer nivel de salud, impulsar una estrategia de seguridad enfocada en la prevención y la reconstrucción del tejido social; incrementar la inversión pública y el impulso de medidas para favorecer la transparencia y la lucha contra la corrupción.