El Salvador es un país desigual, pobre y violento. Quien lo gobierne deberá reducir los altos niveles de inseguridad, corrupción y migración ilegal.
en el país donde habitan seis millones de personas, y del que se estima que en promedio entre 200 y 300 huyen a diario, el próximo presidente deberá poner en marcha soluciones de fondo para abordar cinco de los principales retos que podrían transformar a la nación en el próximo quinquenio:
Violencia, crimen y pandillas
El Salvador es el segundo país más violento de América Latina, después de Venezuela. Tan solo en 2017, San Salvador se ubicó en el puesto 17 en el ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo. Ese mismo año la tasa de homicidios fue de 104 muertes por cada 100.000 habitantes. El país también cuenta con la cifra de feminicidios más altos de la región, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Las autoridades insisten que cerca del 70% de esos crímenes proviene de las pandillas, que condicionan la vida cotidiana de la población en general. Estas estructuras «manejan mucho dinero obtenido del delito de la extorsión a empresas y esto les permite forzar a personas a dejar sus viviendas», ha asegurado Luis Contreras, analista en seguridad.
Desde la década de los 90 el Estado no supo o encausar o prefirió dejar en el abandono a los jóvenes. Al desbordarse el problema, la única forma de enfrentarlo fue mediante la cárcel y represión.
Las pandillas llegaron a El Salvador como un producto de exportación de los Estados Unidos de Norteamérica. Las llamadas “maras” nacieron en Los Ángeles, California y en la costa Este de la nación del norte cuando las autoridades ‘gringas’ ya no los pudieron controlar.
Se inició el retorno de cualquier delincuente salvadoreño que fuera capturado en EEUU a su país de origen y, de manera irresponsable, no se llevó bitácora alguna de los delitos cometidos por cada uno de los deportados, ni se le avisó a las autoridades salvadoreñas de quienes eran los delincuentes que recibían.
Mientras, en El Salvador se había creado un caldo de cultivo que emergía a través de la exclusión social, económica y la desarticulación familiar.
Este es el primer reto que debe enfrentar Nayib Bukele, sin Seguridad el resto no se puede realizar, ni en lo económico ni en lo social.
Reactivar la economía
El Salvador es uno de los más desiguales del continente y luego de diez años de gobiernos de izquierda, cuenta con 2,5 millones de ciudadanos en condición de pobreza, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) de 2016. Para el próximo quinquenio, las proyecciones no son alentadoras.
Bukele recibe del Farabundo Martí una economía estancada que, de acuerdo con las proyecciones que hizo el Banco Central de Reserva, solo crecerá para 2019 un 2,4% y habiéndose manifestado a favor de impuestos mayores para los empresarios y aligeramiento de la carga impositiva para los mas pobres, no debe esperar mayor inversión y mucho menos extranjera.
Generación de empleos
La generación de empleo y oportunidades para generar riqueza de forma legal son ausentes en El Salvador. Las precarias condiciones socioeconómicas de la población siguen siendo una constante desde hace ya 30 años. Es necesario estimular el emprendurismo y la inversión, para poder generar las mas de 300 mil plazas que demanda la sociedad.
En la actualidad, apenas unos 10.000 empleos formales se crean en El Salvador. En ese escenario, a un salvadoreño de ingresos bajos, que no tiene forma de mantener a su familia, le quedan dos caminos: o entregarse a la ilegalidad y a las pandillas o a la migración, un peligroso viaje del que muchos no salen con vida.
Migración
Calcular oficialmente el número de ciudadanos que abandonan El Salvador de manera ilegal es una tarea compleja, ya que no todos cruzan la frontera por los puntos oficiales, pero según datos aportados por la ONU, el país tiene al menos 2 millones de emigrantes, lo que supone un cuarto de la población total.
En un principio los salvadoreños migraban huyendo de la guerra civil que sufrió el país. Ahora migran por la violencia causada por las pandillas y por la falta de oportunidades.
Vulnerabilidad del territorio
El 87.7% del territorio salvadoreño es vulnerable a terremotos, huracanes, inundaciones y deslizamientos de tierra, además de una perenne sequía en la zona costera.
Por estar enclavado en el cinturón de fuego del océano Pacífico, el país sufre constantes terremotos producto de las decenas de fallas geológicas de su cadena volcánica y por la interacción de las placas Cocos y Caribe.
Los últimos y mortíferos terremotos fueron el 13 de enero y 13 de febrero de 2001 con saldo de 1,160 muertos y pérdidas económicas, según la Cepal, por 1,604 millones millones de dólares.
Además el país está dentro del denominado Corredor Seco Centroamericano en donde con el cambio climático se registran constantes sequías.
El camino se presenta cuesta arriba para Nayib Bukele, en especial si se reconoce su discurso de odio hacia la clase política de El Salvador por lo que la Asamblea Legislativa no estará muy anuente a consentir sus demandas, al menos sus dos primeros años de gobierno.