La Patrulla Fronteriza de México interceptó a 98 mil 977 personas en abril, un nuevo récord que eleva a 460 mil 294 los migrantes arrestados este año fiscal (desde octubre). De ellos, 248 mil 197 llegaron en familia, frente a 167 mil 318 adultos y 44 mil 779 menores de edad que intentaron cruzar en solitario.
Se trata en su mayoría de familias centroamericanas que huyen de la violencia y la pobreza, y son en muchas ocasiones abordadas por los coyotes incluso antes de llegar a México.
El pueblito de Gracias a Dios, en Guatemala pero cerca de la frontera mexicana, se ha convertido con menos de un millar de habitantes en centro de operaciones para traficantes de personas, que se lucran con la desesperación de los migrantes, y aprovechan la falta de controles estrictos en México tanto en la frontera como en los autobuses comerciales.
Así, en lugar de penosas caravanas a pie trufadas de peligros y convertidas en alimento de la retórica contra los migrantes del Presidente, Donald Trump, miles de personas optan por viajar en autobús hasta la frontera sur de Estados Unidos, según informa la radio pública (NPR, en inglés).
El precio por este trayecto de mil 800 millas oscila entre 5 mil y 7 mil dólares por un adulto con un niño. Primero, en camioneta hasta Comitán, ya en México, presuntamente sobornando a los oficiales fronterizos; de allí, en autobús hasta Ciudad Juárez para cruzar el Río Grande y rendirse a la Patrulla en El Paso (Texas). Sin retrasos imprevistos, es un viaje de tres días.
Otras informaciones, sin embargo, elevan el precio hasta los 6 mil dólares por el viaje desde El Salvador hasta la frontera, y otros 6 mil 500 por cruzar hasta Texas. El Departamento de Seguridad Nacional menciona por su parte unos 9 mil dólares. Y activistas aseguran que puede superar los 15 mil dólares.
La tarifa de los coyotes no es constante y varía, pues, pero investigaciones periodísticas muestran que lleva décadas al alza: cuánto mayor es la seguridad fronteriza, más alto el coste por burlarla.
Hace 10 años, por ejemplo, el precio estaba aún por debajo de los 3 mil dólares por persona, pero podía elevarse ya hasta 7 mil o 10 mil para los centroamericanos si querían evitar la muerte a manos del cártel de Los Zetas.
“Ha habido cifras desde los mil 500 dólares hasta los 20 mil”, admite un patrullero, Carlos Ruiz, al diario The Epoch Times. Pero señala una tendencia nueva: las familias suelen pagar menos porque se las suele abandonar a la orilla del río Grande para que los agentes los atrapen.
Su intención no es introducirse ilegalmente en el país sin ser capturados, sino pedir asilo entregándose precisamente a las autoridades fronterizas. No lo hacen en los puertos de entrada, como pide el Gobierno, supuestamente para evitar semanas o meses de espera en ciudades peligrosas como Tijuana.
En la frontera, los menores no acompañados y las familias con hijos pequeños reciben un tratamiento diferente a los adultos, que se traduce por ejemplo en un tiempo muy reducido de encarcelamiento en centros de detención una vez pasado el primer trámite de asilo.
Por ello, el Departamento de Seguridad Nacional ha denunciado que hay adultos que se hacen pasar por familias, alquilando en el mejor de los casos a menores que fingen ser sus hijos, aprovechándose de las necesidades económicas de sus padres, o secuestrándolos o mediante los traficantes de personas.
Desde abril de 2018 se han descubierto 3 mil 100 casos de fraude entre las 260 mil personas que han sido interceptadas intentando entrar al país en familia, según el diario Arizona Daily Star.
El caso más serio es el de un hombre guatemalteco, Maynor Velásquez Molina, que pagó 130 dólares a una familia para que le permitieran usar a su hijo de ocho años para cruzar la frontera. Además, pagó otros 130 dólares por un certificado de nacimiento falsificado.
Entraron así, el hombre y el niño, por Lukeville (Arizona) el 18 de febrero en un grupo de más de un centenar de migrantes, enseñando el certificado que, cuatro días después, los agentes determinaron falso.
El hombre confesó que “buscó a un niño en Guatemala para cruzar la frontera de México a Estados Unidos con él porque le habían dicho que era más fácil entrar así”, según la denuncia presentada en su contra.
El Departamento de Seguridad Nacional ha puesto en marcha un programa piloto “sin precedentes” para hacer pruebas genéticas de ADN a las familias de migrantes que piden asilo en la frontera mexicana con el objeto de combatir este tipo de fraude.