Tras meses de calma en las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China, una amenaza de Donald Trump encendió las alarmas y remeció los mercados globales, ante el temor de que las dos principales económicas del mundo fracasen en la tregua y profundicen la guerra arancelaria.
A pocos días de una nueva ronda de negociaciones en Washington, presentada como la última oportunidad para terminar el enfrentamiento tarifario entre ambos países, el mandatario estadounidense anunció un alza de aranceles para 200.000 millones de dólares en bienes de importación chinos, del 10% al 25 por ciento.
Los tuits de Trump, un crítico del multilateralismo y férreo abanderado del proteccionismo comercial, acabaron con el sosiego previo en los mercados que se habían beneficiado de señales de un crecimiento robusto en China y Estados Unidos, y de comentarios de altos funcionarios de que las conversaciones comerciales iban bien. Incluso, el gobierno de Xi Jinping llegó a considerar cancelar el viaje de sus emisarios a Norteamérica: los funcionarios chinos ya han manifestado que no quieren negociar «con una pistola en la sien».
«Obviamente, no son buenas noticias para el mercado. El gobierno había enviado antes señales de que habría un acuerdo. Esto nos hace dudar de qué tan cerca estamos», dijo Rick Meckler, socio de Cherry Lane Investments.
En consecuencia, este lunes los inversores optaron por salir de posiciones de riesgos por el temor a que la amenaza de Trump detenga el avance de las conversaciones entre las dos economías más grandes del mundo, especialmente porque algunas ganancias recientes en las bolsas se debieron a la perspectiva de que habría un acuerdo. Por ello, el oro aumentaba su cotización.
En medio de una jornada negra, Trump insistió en su crítica del déficit comercial de Washington con respecto a Beijing. «Con China, perdemos 500 mil millones de dólares (por año). Lo siento, no lo vamos a seguir haciendo!».
En diciembre, en un encuentro con Xi en Buenos Aires, Trump había aceptado una tregua y suspendió el aumento de los aranceles, pero ese entendimiento parece haberse entrampado. El mandatario busca reducir el colosal déficit de Estados Unidos con China, que en 2018 fue de 378.730 millones de dólares.
Además de una mayor apertura del mercado chino a los productos estadounidenses, se exige que China realice cambios estructurales que pongan fin a la transferencia forzada de tecnología estadounidense, al robo de propiedad intelectual o a las subvenciones a las empresas estatales.
La próxima ronda de conversaciones en Washington podría conducir o bien al anuncio de una nueva cumbre entre Trump y su par chino Xi Jinping para firmar un acuerdo comercial de alcance potencialmente histórico o bien a una guerra comercial aún más abierta.
Por el momento, la Casa Blanca sostiene que la economía nacional no ha sido afectada por el conflicto con China, a la inversa de lo que sucedería en el país asiático, que en 2018 registró el crecimiento económico más débil en cerca de dos décadas.
No obstante, numerosos economistas advierten sobre las repercusiones a largo plazo de esta guerra comercial sobre la economía de la principal potencia mundial.
Industriales que importan productos chinos afectados por los aranceles protestaron por el aumento de los costos, mientras varios expertos coinciden en que los consumidores estadounidenses van a terminar pagando más caro por los productos de uso corriente.
La agenda para la que será la undécima ronda de negociaciones apuntaba que las reuniones arrancarían el 8 de mayo, con un detalle: el miércoles también se realizará en Canadá la audiencia de extradición a EEUU de Meng Wanzhou, directora financiera de la compañía Huawei, gigante tecnológico de China. La ejecutiva, acusada de fraude para violar las sanciones comerciales impuestas por Washington contra Irán, podría ser usada como herramienta de negociación, según sugirió el propio Trump en diciembre.
Los puntos complicados del acuerdo
Beijing se había comprometido a aumentar sus compras de productos estadounidenses, fundamentalmente agrícolas y energéticos, pero la administración Trump sostiene que no ha cumplido con esa promesa.
Uno de los obstáculos mayores a la firma de un acuerdo es el mecanismo a implementar para concretarlo y verificar su cumplimiento.
Beijing exige a su vez el levantamiento de los aranceles a sus productos, una demanda rechazada ostensiblemente por Washington.
Robert Lighthizer, que conduce la delegación estadounidense, afirmó el 12 de marzo durante una audiencia en el Senado que Washington tiene la intención de mantener los aranceles como un factor de presión sobre China.
Con información de AFP, EFE y Reuters